lunes, 3 de enero de 2011

Interludio -15c-

Mithrael estaba sentada en una mecedora cuando Igrin entró en su cuarto. La madera de la silla rechinaba al tambalearse, un sonido familiar a la vez que enervante para él. Ella lo miró de reojo cuando entró, pero no se dignó a atenderlo más allá de eso. El tuerto se sentó.

-Ya hablé con Mitsedraefel.

-Erie. Su nombre es muy largo y es cansino hasta de escuchar.

-Suena mejor así.

-Quizá, pero todo el mundo la llama así. Incluso ese… ese indeseable de Zemath la llamaba así.

-Conozco ese nombre –murmuró Igrin pasados unos segundos.- De hecho, también te conozco a ti. ¿Por qué?

-Hombre, claro. Ayer estuvimos hablando, nos presentamos…

-Maldita sea, no me refiero a eso.

-Oh. Te refieres a que nos conocimos en tu anterior vida… Bueno, no me gusta hablar con perros. Pregúntale más a Erie, a ver si tienes suerte.

-No soy un perro.

-Cierto, eso sería una ofensa para la pobre Mary. Menos mal que no me oye.

La peliazul se echó a reír por su propia gracia mientras Igrin buscaba un lugar donde sentarse, que finalmente fue el suelo. Una vez apoyado, con cuidado, se quitó el parche con el que cubría su ojo, dejando a la vista la gema. Mithrael se giró con semblante molesto.

-¿Por qué has hecho eso?

-Quiero probar… ¿Por qué eres azul?

-Azul blanquecino, para ser exactos. Es como el agua o como el hielo. Cosa de Lebda, supongo. –La mujer suspiró.- Tú… blanco, casi transparente. Otra prueba de que más te valdría estar muerto.

-Qué manía con el temita… Tu hijo es… ¿Verde? ¿Rojo? Rayos, cambia mucho.

-Cuando cumpla nueve años se definirá. Y será niña.

-¿Cómo lo sabes?

-Lo sé.

Guardaron silencio. Igrin volvió a tapar a Angren.

-No entiendo para qué puede servir ver las almas de la gente –murmuró.- No tiene sentido, utilidad…

-Oh, pero sí que lo tiene –Mithrael sonrió.- Esa lo entenderá mejor que un bichejo como tú.

Intercambiaron una mirada amenazante, cargada de odio y desprecio mutuo.

-Me habéis bloqueado. No puedo controlarme en este sitio. No puedo cambiar ni moverme… ¡Ni siquiera pensar libremente!

-Por supuesto. Nunca daría libertad a un enemigo.

-¿Y por qué soy tu enemigo?

-Pregúntaselo a esa.

-¿A Ishnaia?

-O Xie Lan-Fang. –Mithrael rió.- La querida maestra Xie-Lan.

-¿Y eso qué más da?

-Importa. El día que sepa cómo se llama va a saber a quiénes molestar. Y a quién endemoniar y con quién experimentar. Que se dedique a cadáveres como tú y no ha personas vivas, a niños…

-¿Te siente mejor…? No, ¿te crees mejor que ella? ¿Piensas, quizá, que llegas a su nivel? ¿Al de alguien perfecto?

-¡Pero claro! Yo no soy una zorra salvaje sedienta de venganza, para empezar.

Igrin se levantó, furioso, con toda la intención de cortar la garganta de la peliazul, cuando sintió como si unas cuerdas lo ataran, impidiéndole mover los brazos. Pero no había nada.

-Suficiente. Estoy cansada de oíros gritar.

Erie estaba de pie junto a la puerta, con una mano extendida hacia el semibestia. Mithrael seguía en su mecedora, impávida.

-En lugar de pelear, Mithrael –la aludida torció el gesto; oír su nombre completo era mala señal-, podrías ir a preparar la cena al padre de tu hija. Y tú, Igrin… -Erie cambió su expresión. De pronto parecía triste, incluso sola.- ¿No te dije que descansaras, que pensaras? Vuelve a tu cuarto. Yo te llevaré algo de comer más tarde.

-¿Mitsedraefel también está convencida de que vas a tener una niña? ¿Cómo es que tengo habitación? ¿Y por qué sólo vas a atender a tu marido?

Igrin hablaba con Mithrael aún, pero fue Erie la que contestó, ya que la peliazul aprovechaba esos instantes para abandonar silenciosamente el cuarto.

-Confío en ella. Tienes habitación por los días que vas a pasar aquí. Y ella no puede atenderte por lo que ya hablamos antes… Aparte de que Heralc no es su marido.

Igrin salió del cuarto, sonriendo. Por algún motivo se relajaba junto a Erie. Eso tan bueno como malo. ¿Por qué bajaba la guardia así? A pesar de sentirse tan relajado después… Sin embargo, la hechicera (¿hechicera?) se engañaba si creía que con eso iba a conseguir que olvidara el insulto de esa otra furcia. Nadie difamaba así a Ishania sin que él cobrara venganza después.

Antes de que pudiera darse cuenta, alguien llegó corriendo hasta él. Era Mithrael, agitada, sabía la diosa por qué.

-Necesito que me ayudes.

-¿Por qué debería hacerlo?

-Por Erie. Porque no va a poder ocuparse de ti.

Erie. Otra ve z Erie. ¿Qué tenía esa mujer que…?

-¿Y eso por qué? ¿Qué le ha pasado?

-Que el estúpido de Heralc ha dicho lo que no debía en el momento menos indicado… Pero tú no lo entenderías. Sólo ven. Rápido.

Sin quererlo, sin estar del todo convencido, la siguió, pero no cejó en su empeño de averiguar algo más sobre la situación.

-¿Al menos me dices cuál es esa palabra mágica, tabú o lo que sea?

-Alem. Aunque quizá sería mejor que ni siquiera la supieras.

Llegaron a la cocina. El mencionado Heralc, con todo el cuidado del que había sido capaz, estaba dejando a la castaña apoyada en la pared, sentada en el suelo; al parecer, no había sido capaz de levantarla. Mithrael, por su parte, ni siquiera hizo ademán de acercarse a ella.

-Cuando está en ese estado yo no puedo tocarla. Por lo menos de momento. Entiendes por qué, ¿verdad?

-Tendría que estar ciego para no darme cuenta –Igrin sonrió con amargura.

La mujer en cuestión tenía los ojos abiertos, pero vacíos. No miraba a nadie, no veía nada. Eso sí, lloraba. Pero lo más desagradable era su aura, de un color gris blanquecino… Como el de un muerto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"-Ya hablé con Mitsedraefel."

xD. No sé por qué, pero leer a Igrin pronunciando el nombre entero me hace gracia y me gusta.

"-Erie. Su nombre es muy largo y es cansino hasta de escuchar.

-Suena mejor así."

Ahí, ahí, Igrin. Que le jodan a la furcia. Haz que le sangren los oídos (viólala por la oreja!! ... ... >.>)

"-Conozco ese nombre –murmuró Igrin pasados unos segundos.- De hecho, también te conozco a ti. ¿Por qué?

-Hombre, claro. Ayer estuvimos hablando, nos presentamos…"

La muy zorra encima se cree que tiene sentido del humor. Y la verdad, en otros labios hasta me parecería un comentario gracioso e ingenioso... pero no de ella ò.o.

"-Oh. Te refieres a que nos conocimos en tu anterior vida… Bueno, no me gusta hablar con perros. Pregúntale más a Erie, a ver si tienes suerte.

-No soy un perro.

-Cierto, eso sería una ofensa para la pobre Mary. Menos mal que no me oye."

Será guarra. Igrin, ya que te llama perro, muérdele, a ver si le gusta. Y no digo más porque sería de mal gusto.

"La peliazul se echó a reír por su propia gracia mientras Igrin buscaba un lugar donde sentarse, que finalmente fue el suelo."

Jajajaja, qué divertido, jajajaja... ¬¬x

"Una vez apoyado, con cuidado, se quitó el parche con el que cubría su ojo, dejando a la vista la gema. Mithrael se giró con semblante molesto."

Ahí, ahí. Cada pequeño detalle sirve si le fastidia a ella.

"-Qué manía con el temita… Tu hijo es… ¿Verde? ¿Rojo? Rayos, cambia mucho.

-Cuando cumpla nueve años se definirá. Y será niña.

-¿Cómo lo sabes?

-Lo sé."

Te crees la monda sólo porque tienes poderes casi divinos (Bart Simpson).

"-¡Pero claro! Yo no soy una zorra salvaje sedienta de venganza, para empezar."

Pero no eres una diosa. ¿A que jode? cuando Quangdú se libere, todo se irá a tomar por el culo, y tú no serás más que una mancha más entre los trillones de manchas del macrocosmos. ¿A que jode?

"Sin embargo, la hechicera (¿hechicera?) se engañaba si creía que con eso iba a conseguir que olvidara el insulto de esa otra furcia. Nadie difamaba así a Ishania sin que él cobrara venganza después."

Oooh, sííí. Yo quiero leer eesooo... (l).

"El mencionado Heralc, con todo el cuidado del que había sido capaz, estaba dejando a la castaña apoyada en la pared, sentada en el suelo; al parecer, no había sido capaz de levantarla."

Me da pena, pero el pobre es bien inútil, la verdad... u.u

"-Tendría que estar ciego para no darme cuenta –Igrin sonrió con amargura."

Qué buen comentario xDD.